jueves, 16 de mayo de 2013

Hoy No por Desespoir

     Fue cuando íbamos en el camión que pensé eso por primera vez, en agarrarte la mano, pero sabia que no podía. Hoy te veías particularmente diferente, cuando te vi llegar note esto de inmediato. Tu cabello suelto, cubriendo tu cara como siempre, tu redondeada cara se veía mas feliz de lo normal, con todo y sus cicatrices. El cabello que llevabas puesto colgaba hasta tu espalda cubierta con solamente una blusa con otra sobrepuesta (creo que era lo que te hacia ver diferente), a diferencia de tu espalda siempre empalmada. Caminabas lento, te sentaste junto a mi y no quería dejar de abrazarte, así que me decidí y te abrace (aun no nos habíamos interlazado).
     Te recargaste en mi, y vi tu mano, quería agarrarla tanto, apretarla hasta quebrarla, porque tu mano, fría, se ve bonita en la mía. Sabia que no iba a pasar, tu no podías y yo soy un cobarde, no hay forma de ganar aquí. Me volteaste a ver, tus labios quedaron cercas de los míos. Tu no puedes y yo soy un cobarde. Pensé en esto durante un tiempo, hasta pasar en frente de una iglesia, sin pensarlo te agarre la mano, porque como ya te dije, se ve bonita en la mía, tu no pusiste resistencia alguna, sonreíste, te sonrojaste, sabia que esto era lo que tu querías, te volviste a recargar en mi mientras yo pensaba en el simbolismo que pudiera tener la iglesia en todo esto. Mentira. Tu no puedes y yo soy un cobarde. Tantas veces me imaginaba haciéndolo, de tantas formas, distintas maneras, todas acababan igual, tu suavemente soltando tu mano de la mía con algún gesto de disimulación sutil, y yo sintiendo ese dolor en alguna parte de mi pecho.
     El camión avanzaba, y cuando se paro, era nuestro turno de caminar. Al llegar a mi casa aun dudaba de mi existencia y de que realmente estara pasando esto, pero me di cuenta de que si. Entramos (como si tuviéramos de otra). Nos acostamos en mi cama desde el principio, sabiendo bien a que veníamos.
     Pegaste tu cabeza cerca de la mía (esos labios tan tentadores de nuevo frente a mi), pero te diste la vuelta, y yo aproveche y te toque la espalda, acariciándola suavemente, tan monotonamente, pero nunca igual. Te acaricie y tu me decías que siguiera, y empece a morderte como me gusta, a jalarte el cabello como te gusta a ti, y tu espalda se deslizaba por mis dedos sin que yo hiciera algo. Al final nos quedamos quietos, nunca me había parado a observarte, pero tu cuerpo emanaba una sensualidad en ese momento, y mas aun de cabeza, te deje de tocar, pues tuviste que mencionarlo a el. Yo lo sabia. Ni siquiera habías dejado de hablarle un solo instante mientras nos acariciábamos. No habías dejado de pensar en el ni un solo instante. Yo pensé en agarrarte la mano de nuevo, se que en algún momento lo hice, y en otro la solté. Tu no podías, y yo soy un cobarde.

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