viernes, 22 de enero de 2016

Greta



Soy un hijo de las ciudades frías y secas, y antes que cualquier sonido estaba el de una guitarra desafinada y mal ecualizada que no significaba nada más para mí que drogas, violencia y sexo, por esto es a veces difícil respirar cuando camino entre el denso humo de la ciudad a medio día en cualquier momento de cualquier invierno con una estética gris. Suena mal, sin embargo no me quejo, gracias a ello las calles se ven más vivas pues cada vez las veo más cerca de una muerte conceptual en la cual yo también me voy, la música si bien ya no carga significado sí es algún tipo de placebo que me ayuda a soportar las maravillas de respirar más carbono que ozono, mis amigos son simples extensiones de mí mismo en donde deposito partes mías divididas por secciones aunque siempre me guardo las mejores partes para mí, la familia es opcional, las mujeres son tan sólo objetos de placer así como sé que nosotros los hombres lo somos para ellas. Todos estamos de acuerdo en tratarnos de la peor manera posible y funciona, al menos no mentimos, al menos sabemos que nuestro resentimiento es tal que llegamos a considerar a la vida un chiste tan malo que nos hace reír. Esperamos tan poco de nosotros mismos que nos llenamos de orgullo cuando tomamos la decisión de no tomar porque nos toca manejar de regreso, detestamos tanto el momento de despertar que fuimos aprendiendo poco a poco a apreciar cosas más simples y vulgares como una cama cálida o un plato de cereal en la mañana. Es tan simple para nosotros decir adiós que a veces parece que nunca conocemos a nadie realmente y las despedidas es equivalente al momento en el que una fiesta buena se acaba, ligeramente triste pero absolutamente soportable, insignificante. Todo eso, supongo, está bien, y si no está bien no importa porque así es nuestra realidad, sin embargo algo sigue molestándome, como un grito de auxilio bajo la lengua o una aguja entrando lenta y eternamente a la oreja, aguja que nunca toca la piel y sólo nos deja con nuestro cuerpo tratando de soportar un dolor que nunca llega, y es quizás esto lo que sigue pareciendo incorrecto, vivir esperando la tragedia, procurar un constante estado de nostalgia para no ser lastimado nunca, dormir en un cuarto frío, mintiéndonos diciendo que es para que al salir del frío llegaremos a un lugar cálido y todo será mejor, eventualmente todo será mejor ¿No? Sin embargo nunca dejamos el cuarto, todo lo contrario, cada vez nos vamos haciendo más pequeños en la esquina más alejada de la puerta y lo único que nos conecta con el mundo exterior es una pantalla ofreciendo una representación parcial y definitivamente errónea del mismo. Solos, estamos tan solos, y si bien antes no me molestaba pasar largos ratos conmigo mismo, ahora considero que, si bien la soledad es intrínseca a la existencia, no está bien para un hombre sentirse tan solo cuando hay tantas almas muriendo poco a poco y tratando de frenar el proceso respirando más lento.

Seguramente por esta razón me harte de las rimas y los poemas bonitos, hablar de niñas lindas, de sexo y de lo mucho que  pretendía que no me importa, sin embargo ahora sí lo juro, no me importa y a cada bocanada de aire me importa un poco menos, siento mis manos desollarse lentamente desde el pellejo que sale por las uñas hasta la muñeca y me gusta, me gusta la forma en que se van tornando grises conforme dejo más tiempo mis dedos sumergidos en una cubeta de agua con hielos tan sólo para buscar una botella en el fondo de la hielera en la fiesta buena que está por acabar, quien sabe, quizás si estos lo suficientemente ebrio el chiste comenzará a parecerme bueno, sin embargo aún considero que no está bien para un hombre sentirse tan solo cuando hay tantas almas muriendo, pero también acepto que no está bien para un hombre sentir tan sólo cuando hay tantas almas muriendo, poco a poco, frenando despacio, entre risas y llantos, saludándome esperando a que conmigo las cosas cambien pero no cambia nada, entonces como en cada mañana, despertamos, respiramos y en vano nos levantamos.