sábado, 31 de agosto de 2019

Niño tamborín se despide de María

Los picos de hielo de noche nos alcanzaban desde sus infinitas distancias. Me pediste permitiera que se clavaran en mis ojos particularizando caminos en el holograma de un mapa que no lleva a ningún lado. Creo que dije, sí. Quizá no se dijo nada y sólo busqué desplomar mi cabeza sobre tus hombros de hojas secas mientras llamabas a tus vientos para que los llevaran a cualquier otro espacio menos tangente.

Ninguna pared guardó un susurro, no vieron como nuestra voluntad se derretía y endurecía. Pero este baile siempre causa ampollas en los pies de los edificios, ese pasito pa delante y aquellos dos pa trás van a terminar fundiendo la superficie encerrada
                                                                                            entre mi piel y mi carne,
                                                                                                            entre mi carne y mis huesos,
                                                                                                                               entre mis huesos y yo.

Tú, sin embargo, estás refrescante.

Como perfume de un antiguo otoño.

Como ardor de nieve sometiendo a la piel desnuda.

Y con esa frescura humedeciste las faldas de mi cuello con los vapores de tus llantos abortados.

Y con incertidumbre, mis licuados - simétricos - dedos comenzaron a fracturar tu templo de secuencias.

Y es que también tú lo quieres hacer todo y yo no puedo hacer casi nada.

Y es que la verdad sí somos muy incómodos,

Como
un
par
de
insectos,

 que todavía no saben si se quieren comer

Pero que tienen tanta hambre. Al menos uno sí. Al menos yo sí.

Te extraño desde antes de saber que podías ser. Pero pues equis, ya... todo chido wey.

martes, 27 de noviembre de 2018

Crecer

En la madrugada nada crece,
el viento que eres me rodea
como una brisa helada,
y el pasto moja las palmas
de mis manos
que truenan y te alcanzan.

Nada crece pero todo nos
envuelve; el silencio, el frio,
las cigarras y sus tambores,
el recuerdo de la lluvia,
el cansancio y el anhelo,
tus pecas,
la sonrisa,
la despedida.

Nada crece en tus ojos,
ni en el fuego de tus labios
ni en el suelo de tus mejillas
mas la tierra mojada respira,
y cuando tiembla, nace
una flor entre nosotros

y crece.

jueves, 30 de agosto de 2018

cinder and smoke

resting your hands
under the fire
that became your eyes,
hiding not your truth,

you came as light,
our warmth surrendered
under your voice,

and our hands melted,
reaching through waves
expanding into each other,

flames became sacred
in your smile of
raging grace and
ever lasting ash.

domingo, 22 de julio de 2018

Pijama de mujer y manchas de ceniza en mi ropita fea


¿En dónde me escondo? Cuando el rugido de los carros deja de tejer los vínculos en mis recuerdos mientras pasean por las dendritas de concreto intoxicando de una luz fugitiva las ventanas de mi iris. Es ahí cuando me pongo paranoico y me embriaga la necesidad de esquematizar la arquitectura de mi camino a casa hasta la interacción más primaria y pintar con sus vectores mi piel.

¿Qué tan cerca puedo estar del núcleo fundamental? Yo creo que es por la luz entre nuestras pieles, o por alguna fuerza misteriosa, la razón por la cual la tundra que escondes en tu boca no ha llenado a las montañas de roca en mis ojos con su gentil nieve. Damos un paso adelante y retrocedemos dos para ver si por el otro camino era mejor y sí. Supongo que sí.

Una vez me perdí a propósito en el laberinto de tu habitación. Esa fue la única vez que no mapeé mi espacio para asegurarme de que quedaría suficiente oxígeno para ambos por las próximas nueve horas. Preferí dejarme llevar. Preferí dejarme llevar, pero cuando mis brazos comenzaron a deformarse para alcanzar el orbital de tu cintura, mis venas y nervios se solidificaron dejando tan sólo un árbol muerto. Creo que a ti te incomodó. A mí también.

Pero nada de esto significa que no quiero flotar, frágil, por las circunferencias de los ciclos más íntimos que en tu topología pueda encontrar. Que esté perdido todavía en los pasillos de tu habitación porque no me decido por el camino indicado no significa que no estoy tratando de llegar a la cama contigo.

Llegar antes de que me seque, antes de que todas mis hojas sequen y el invierno dure para siempre.

Cómo me gustaría poder enredar las terminales de mis dedos por cada muro que contenga tus misterios, quizás así dejarme derrotar por ellos, hundirme en sus pozos. Como me gustaría romper la paralela simetría en nuestros caminos y descubrir, ambos, que después de todo no éramos tan distintos.

Como me gustaría hacerlo, pero no puedo. No estoy conectado con la saliva de este mundo. No conozco otros aires fuera de este que siempre he llamado mío. No he encontrado una ruta segura y suficientemente corta al centro de tu ciudad. Hace mucho que no me paseo por ahí.

No puedo hacerlo y por el mismo motivo no encuentro sentido en estas palabras, así como no encuentro sentido en la probabilística naturaleza de mis manos sometidas a las olas de tu cabello, ni en los atardeceres bonitos, ni en aprender a bailar.

No le encuentro sentido, pero me deshago por perderme en el campo que describe tu espacio, llegar a tu cama, abrazarte, colapsar.