camino por tierra vieja
y respiro luz como humo
de nombres olvidados
el mar truena y recuerdo
tu voz como el fin de los
tiempos, y tus ojos
grandes me miran
como si estuvieras aqui
como estrellas que brillan
hacia adentro
como un anuncio de guerra
y de guerra quiero morir
para que me lleven
las valkirias en sus brazos
y que sus alas me arropen
y me digan nombres olvidados
con forma de humo y luz
que respiro cuando
camino por tierra vieja
viernes, 23 de marzo de 2018
lunes, 12 de febrero de 2018
segunda caida
el viento dice cosas
y finjimos que entendemos
pero las palabras no salen
ni siquiera de nosotros
ya
escuchamos y no pensamos
en rezar
nos dejamos caer
queremos volar
pero entender?
no, entender no
cerramos los ojos
y estamos con alguien
mientras alguien mas
nos maldice
porque lo merecemos
tenemos nombres malditos
con raices ocultas
y arcanas
como las palabras
que nos dice el viento
y que finjimos entender
y finjimos que entendemos
pero las palabras no salen
ni siquiera de nosotros
ya
escuchamos y no pensamos
en rezar
nos dejamos caer
queremos volar
pero entender?
no, entender no
cerramos los ojos
y estamos con alguien
mientras alguien mas
nos maldice
porque lo merecemos
tenemos nombres malditos
con raices ocultas
y arcanas
como las palabras
que nos dice el viento
y que finjimos entender
miércoles, 7 de febrero de 2018
whiteRoom(false); //Primera caída
Estoy harto de cambiar de habitación. Siempre que lo
hago encuentro un patrón de luz sobre mi cama causado por las ventanas siendo
violentadas por la intensa luz del sol. En ocasiones cierro las persianas para
que esto no pase. Prendo todos mis focos y velas. Dejo abiertos mis ojos.
El problema es que indiscutiblemente llega el momento
en el que ya es oscuro y tengo que salir a buscarte. Recorro siempre la misma
calle. Siempre la misma calle. Tomo siempre el mismo autobús y me bajo siempre
en la misma parada. Jamás estás ahí. Alguien me recibe de cualquier forma. Una
figura humana, una figura linda.
Las voces del concreto me contaron que esta
figura es particularmente buena para sonreír y con su sonrisa inquietar mis
templos. Dicen que sus ojos son tan sólo una hermosa y egoísta prisión para una
insulsa conclusión. Es una artista de esto.
Hace unos días esta figura me llevó a una fiesta. La
fiesta era en una linda casa. En los espejos de sus baños me encontraba con
diferentes bestias que se parecían tanto a mí. Los habitantes de la celebración
no estaban desnudos. Muy por el contrario, iban con sus almas llenas de joyas y
a sus pieles iba pegada una tela de vidrio. Veía cómo se tensaban sus dedos y
se agitaban sus respiraciones cada vez que daba un paso o abría la boca. Por un
momento tratamos de estrechar manos. Ellos encontraron el cáncer. Yo no
encontré.
Estoy harto de cambiar de habitación. Siempre que lo
hago una luz encuentra un patrón de intensas ventanas sobre mi sol causado por
una violentada cama. En ocasiones cierro mis ojos para que esto no pase. Prendo
mis focos y quemo mis velas. Dejo abiertas las persianas.
Cuando lo que veo comienza a darme miedo y el aire me
causa nauseas, corro rápido. Corro de vuelta al baño para enfrentar a las
bestias y sólo me encuentro a mí. La figura, entonces, se molesta porque dejo
de soplarle dulces fragancias de humo y miel.
La figura no entiende que el humo
me cuida y la miel me duerme. La figura no quiere entender. Una vez paseando
por las cordilleras de su piel encontré botones que parecían llevar a lo más
profundo del planeta. Suponía – tonta suposición – que una vez en el centro
encontraría todos los motivos por los cuales estoy viviendo o todos los motivos
que estoy viviendo.
Los botones liberaban el fuego y nada más. Nada más. Nada
más lejos. Nada más profundo. Nada mas no te pierdas en los encantos del azul.
Nada más no te pierdas en los encantos del azul. De lo contrario estaríamos tan
tristes. De lo contrario no sabríamos qué hacer. No lo sé.
Claro que comprendo que no es culpa de la figura ni de
sus relevos.
Claro que comprendo que esta vida siempre hará de mí un ridículo
Ícaro cuando desgarre mi pecho y destroce mi cráneo por acercarme al murmuro de
alguien a quien quiero encontrar.
Claro que comprendo que los mismos caminos
jamás me llevarán al iris de la aterciopelada sensación del afecto.
Claro que
comprendo que si mis dedos no están tiesos y mi corazón no corre es porque, en
efecto, estoy rendido ante la insípida conclusión en la que yo no soy nada más
que un, nada icónico, recuerdo.
Claro que lo comprendo.
De lo contrario no me
sentiría apenado por la figura.
Pobre figura que ni la grata idea se lleva.
Pobre figura que jamás se preocupó por saborear mi saliva o comprender la
complejidad de mi espina.
Pobre figura.
Pobre figura pobre que sólo encontró el
cáncer y sexo mediocre.
Claro que lo comprendo.
¿Tú no?
Estoy harto de cambiar de habitación. Siempre que lo
hago un patrón encuentra una cama de intensas luces sobre mis ventanas causadas
por un violentado sol. En ocasiones cierro mis ojos para que esto pase. Nada
más. Nada más lejos. Nada más profundo. Deja abierto el iris.
lunes, 6 de noviembre de 2017
Carta para Ana (Fragmento 2)
Ana,
No nos veremos mañana.
Pocos días me parecen bellos ya, pasan oscilando entre los intervalos de una vida lenta, bailando entre la luz y la oscuridad como un violento vals que me priva del sueño.
Y mis sueños no son mis sueños.
Y así de lento destapo la cara de una novia triste, y al soltar el velo mi mano esta en llamas y al arder no me quemo, pues ya ni el fuego ni la luz intensa ni galaxias completas me queman. Nada me quema últimamente por más quemadas que en mis manos se vean.
Y mis manos no son mis manos.
Y como si las paredes significaran algo o los astillados dientes se aferran fuerte a la piel de una nostalgia que se escapa, volumétricas sombras me rodean con sus lenguas llenas de dudas exigiéndome hasta el último momento tranquilo que me queda.
Y mi sombra no es mi sombra.
Ni los árboles me hablan ya, más bien con desprecio me ven pasearme entre sus cortezas adoloridas como las arrugas del tiempo, como los soles del verano en el desierto o los besos que se quedaron en besos, dolidos como aquella lluvia perdida en los inviernos.
Y mi invierno no es mi invierno.
Y las gotas de esta lluvia caen, pero no chocan. Les da pena…
Por eso evito constantemente el choque accidental con tus luces, por miedo a ese golpe de realidad que induces, temor a volver a ver al niño marginal que me atribuyes. nada queda. Nada queda. Ni entre los lienzos ni en la estepa.
Y mi lienzo no es mi lienzo.
Podría ser, claro, que todo sea el reflejo del tetradimensional espejismo de un mar ausente, la representación de una corriente de aire ligera sobre los ríos de una espalda desnuda, los llantos del infante nacido en infamia. Así formaríamos una casa de voraces habitaciones.
Y mi casa no es mi casa.
“Y que la muerte te sirva de lección” solía despertar diciéndome, pero si la muerte se tarda en llegar por ir recogiendo vidas que a la mía están amarradas entonces en un infantil verso se queda. En eso te quedas, muerte, en los cuentos de un niño que, por miedo, jamás buscó una navaja.
Y mi muerte no es mi muerte.
Y para aclarar las cosas, en sí no existe una pregunta, aunque seguro le tengo su respuesta y es que no me permito tolerar la insulsez de una vida en pocos cuadros, en fragmentos perdidos de un artefacto, y si quizás antes el tacto con la piel correcta ayudaba, de nada sirve ya. Ya no.
Y mi piel no es mi piel.
Pero si lo pensamos bien…
Si lo pienso bien…
Quizás sí me equivoco y nos veremos mañana, quizás jamás te encuentre pues faltan palabras, y siempre faltarán palabras o voces o sonidos o espectros para manifestar las penas de alguien que no te alcanza.
Y si me lo exiges te lo digo y sí, claro que me quedan momentos tranquilos que tengo bien guardados en un cofre escondido entre mis pulmones, o tal vez flotan en un océano de existencias que nunca fueron.
Tal vez viajan a través de las venas de este mundo y los comparto con un hermano perdido, un perfecto desconocido, un susurro recurrente que me encuentro en las esquinas o en el fondo de las piscinas, o tal vez ya no están ahí pues hace tanto que no voy a verlos, preferí guardarlos para aquel día en el que decidiera seguir durmiendo.
Y no, mis sueños ya no son mis sueños, ni mis manos mis manos, ni mi sombra mi sombra. Todo eso lo cambie por polvos mágicos, un café, un cigarro y una nueva alfombra.
Y mi invierno ya no es mi invierno, ni mi lienzo mi lienzo pues estos forman parte de un museo en donde se exhiben las cosas que deberíamos estar viviendo.
Y mi casa ya no es mi casa, ni mi muerte mi muerte, pues si la casa, que bien es mía, pero con sensaciones ajenas, muere, a la muerte, por más que me mate, ya nada le queda por llevarse, ni mis sueños, ni mis manos, ni mi sombra, ni mi invierno, ni mi lienzo, ni la misma casa…
Tan solo queda mi piel.
Pero ambos sabemos que mi piel ya no es mi piel. Te la robaste el día en que te perdiste mientras te adentrabas en el denso humo de las fiestas y la miel.
Pero no te preocupes.
Quédatela.
Te la doy.
Póntela.
Aunque sea por hoy.
Carta para Ana (Fragmento 1)
Ana,
Aquí no somos nada más
que pequeñas partículas monoatómicas, no estamos unidos, y por más que el
atardecer trascienda de un día de espectáculos alegóricos compartidos contigo
en donde la tarde se pone su ropa favorita y se pasea de cordillera a
cordillera con las rodillas finas de una linda niña, tú y yo ya no estamos
juntos.
Ya es de noche y el sol
con leyendas rococó se esconde, pero la noche baila, Ana, ella baila como tú
bailabas sobre una idealizada cama con tus frágiles muñecas oscilando de arriba
a abajo, conservando la energía, con tus delicadas y definidas sombras faciales.
¿Quién las pintó? O mejor
dicho ¿Quién te pintó? pero más importante aún ¿Quién te escribió?
Ana ¿Quién te escribió?
Pues maldito sea el que
te haya escrito, maldita su tierra y su sangre y su mano que se atrevió a
definirte capítulo por capítulo, estrofa por estrofa, verso por verso, palabra
por palabra… maldito sea y muchas gracias. Sí, Ana, muchas gracias al escritor
por haber liberado al mundo algo que es de todos y de nadie, alguien mía pero
ajena pues, Ana, eres tan mía como eres tuya, así como yo soy tan tuyo y punto.
Ana, el tiempo corre en
esta impredecible corriente de realidad y mientras las estaciones pasan como
parvadas de pájaros cuando el día envejece yo también envejezco. Me vuelvo
débil, lento y gordo, y mientras yo envejezco tú te añejas como el más fino de
todos los vinos, fuerte, deseada, inalcanzable, perfecta.
Me duele que no sepas que
eres tan perfecta.
Y mientras yo trataba de
enamorarte con canciones compuestas en los bares del centro, arcaicas melodías,
clichés y rimas, mientras buscaba formas de a lo lejos tocar tu mano,
sostenerte entre mis brazos, poder besarte o compartir la tarde, en la noche te
encontraba sin vida o con tu mano en una que no era la mía o con tu cuerpo
sostenido por delgados hilos rojos amarrados de un extremo a tus muñecas y del
otro a las nubes o con marcas de labios en tu cuello, labios que no eran estos
labios míos, pero sí eran unos labios que me decían dónde encontrarte.
Seguro estarías
festejando en la calle con tus pocos amigos y uno que otro desconocido con la
suerte de poder a ti acercarse. Yo a veces te veía, yo temeroso y tú vestida de
rojo, y cuando te embriagabas yo te llevaba a tu casa, la lujuria te acorralaba
y pedías ser acariciada… jamás supe cómo. Jamás supe cómo y jamás lo hice.
Comprensiva entonces me pedías que te cantara. Ana, yo te cantaba y tú
disfrutabas tanto mi canción, sonreías mientras mecías tu mareada cabeza de un
lado a otro hasta quedarte dormida.
A la mañana siguiente con
los enrojecidos ojos aún te miraba y cuando despertabas llorabas y me pedías
que nunca te dejara. Luego te ibas. No volvías. No volvías, Ana, no volvías.
Ana, si me fui fue por falta
de fortaleza. Ana, si me fui fue por forzarme a no fallar más. Ana, te pido
perdón. Ana, perdón.
Ana, perdón.
No nos veremos mañana.
domingo, 16 de julio de 2017
Nuestras Madrugadas
2 AM, hora de sueños y oficios bohemios,
y del
silencio arcaico donde se esconden y trabajan.
Esta
es la hora de los gritos de rabia y desesperación.
La
hora de los gritos de placer, de las parrandas.
Y
la hora para ti y para mi. Para no dormir.
Los
salmos se caen de entre nuestras manos que
interfieren
con la oración y el llanto.
Vuelven
los recuerdos con cada trago, horas
largas,
cuartos de hotel donde solo estoy yo.
Bares, y besos tristes. Ganas de viajar y delirios.
Somoza ha muerto hoy en Paraguay.
Sehon en Jahaz. yo lo haré en todos lados.
Las
risas que ya casi no puedo recordar
me
seguirán acompañando.
Son
conversaciones que me arrepienten.
Conversaciones
que pudieron haber pasado.
Y
todas las cosas que casi dije.
Y
todas las noches que se alargan un poquito más.
Es
la hora en que cantan los cadáveres
y
los moribundos y los ladrones.
Las
iglesias y los burdeles.
Es
cuando el humo sabe dulce
y
las botellas te ayudan a no recordar.
La
hora cuando los enfermos tienen miedo,
cuando
las guerras empiezan,
y
cuando los santos y los criminales duermen.
Es
la hora de temblores de furia y nostalgia.
De
sudor frio. De llorar. De culpa.
Y
a la mañana todo queda olvidado, los recuerdos
llamando
tras de ti, con arcana familiaridad.
La tormenta la sobrevives, pero nunca acabas igual,
Y nosotros esperamos a vernos de nuevo esta noche.
miércoles, 15 de marzo de 2017
Antares
You look like a day
(of rain)
with eyes like stars
that shine to no one (but us)
You are a blinding light
with many names
that I don't yet know
and skin of silk
and amber
Your smile is made of silver
and golden tears line your face
as each moment you stand still
within my reach
rises up in flames
forever in our sight
(of crossed paths)
You are the stories written
across your back,
with ink made of stone
and as if words were instants
I look for you in a reverie
(of moments)
and find you all at once
Because you are a war
a wrath, your lips a storm,
and a storm, you cannot escape.
(of rain)
with eyes like stars
that shine to no one (but us)
You are a blinding light
with many names
that I don't yet know
and skin of silk
and amber
Your smile is made of silver
and golden tears line your face
as each moment you stand still
within my reach
rises up in flames
forever in our sight
(of crossed paths)
You are the stories written
across your back,
with ink made of stone
and as if words were instants
I look for you in a reverie
(of moments)
and find you all at once
Because you are a war
a wrath, your lips a storm,
and a storm, you cannot escape.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)