La verdad sí me doy cuenta como voy dejando pedacitos míos en el piso... no me avergüenza sino por el contrario. Me resulta particularmente placentero sentir como las piedras se entierran en las plantas de mis pies y como al seguir caminando viejas piedras salen y nuevas entran. La cuestión está en que hay unas que siempre se quedan en forma de recordatorio o de pintura en la pared para decirte esos detalles que si antes eran imprescindibles ahora son poco más que absolutamente ausentes. Sí, yo bien pensaba que nunca sería la suma de toda mi ropa bonita o un reloj reluciente funcionando como esposas atándome a la senectud, nunca me creí capaz de abandonar a mis antiguos amores o sodomizar la tristeza de cada una de ellas... mis amigos se han reducido a las almohadas que me acompañan en las fiestas de mi cama donde me da la sensación de respirar humo pesado y denso... La pasión se escapa y se escapa tan lentamente que no nos damos cuenta similar al agua saliendo entre nuestras manos que asegurábamos tener bien cerradas pero nada está bien cerrado.
Tan sólo trato de decir que las criaturas son criaturas por más que intenten ser viento.
Las palabras ya no sirven, ni los ruidos ni la secuencia rítmica de pensamientos bonitos. Todo lo que antes funcionaba como un placebo ante la angustia resulta ser venenoso... Por eso perdí la carrera, porque ya no bailo los viernes ni veo películas las domingos, porque al final me convencí de que mis necesidades son mayores que mis deseos. No, no me avergüenza, tampoco me arrepiento pero sí me causa la conflictiva sensación de tener lástima por lo que soy en este momento como si el ahora hombre a través del espejo permanezca intacto y todas las noches me eche miradas suplicando clemencia, que me detenga quizás ese momento, dejar que entre el aire sin permitir que salga a destruir un poco más mi vida.
No hace mucho me di cuenta de que ya no soy un niño.
Y las mujeres ya no son bellas sino mujeres y los hombres ya no son héroes existenciales sino hombres y los labios ya no me alimentan ni las manos me consuelan ni el viento canta ni la tierra vibra ni los recuerdos danzan al rededor de la llama que solía ser mi alma... Nada es lo que solía ser, nada tiene representación, no le encuentro su sentido ¿Significa que mi voluntad se volvió otro de mis vicios?
¿Es este el año 2015 o 4891? Como sea da lo mismo.
Recuerdo haber sido un niño alguna vez, escabulléndome entre las sábanas de contadas pero ejemplares amigas y cada juego de sábanas resultaba ser un mundo entero, cada instante sólo en una habitación ajena daba la sensación de permanencia y el contacto directo de mi pecho con otra piel resultaba ser más relajante que mil fármacos para dormir. Era excitante la manera en la que podía desnudar a la vida con solo pensarla sin ropa y a cualquier niña y cualquier niño y a cualquier casa que guardara momentos felices y tristes. El cómo un espacio conceptual donde cabía poco más que unos cuantos pensamientos ingenuos y la ilusión de un joven enfermo podía decantar toda la crudeza de la realidad era lo más asombroso... Nada era más asombroso que eso. Ahora el asombro llega con la sensación de que tan pesados se sienten mis bolsillos o que tantos cuerpos violento con mis latidos.
Y que los pedacitos que dejo sirvan de ejemplo.
Y aquí no encontrarás códigos ni misticismos baratos, no hay mensajes para las niñas ni truquitos para tarados. Aquí solo hay un hombre añorando que en este conceptual espacio quepa la posibilidad de volver para decirle a aquel niño que sí, la vida no es nada más que unos cuantos pares de papeles apilados de manera estratégica para absorber de él hasta el último fragmento de luz, que no encontrará mayor respuesta que números y definiciones rebuscadas para tratar de darle sentido a un vaso con agua, que no hay más que una gran cantidad de otros niños rotos que, así como él, pensaron demasiado las cosas, que nunca será alguien o al menos no aquí, quiero que sepa que las promesas como los huesos se pueden romper pero solo uno de esos dos se puede soldar de nuevo, que los mares y los desiertos tienen la misma profundidad con la vestimenta adecuada, que debajo de las faldas de casi todas las mujeres bonitas no encontrará otros mundos... pero sobretodo quiero pedirle que haga lo posible para demostrar que estoy equivocado y que, quizás si miro atentamente, con un poco más de paciencia y aceptación pueda encontrar de nuevo eso que él aún tiene y yo ya no, lo que perdí quizás en el cuarto de Samantha, el techo de Vanessa o los hipotéticos labios de Elena. Ahora poco queda de Samantha, nada de Vanessa pero aun me restan algunos versos para mi inexistente Elena y es a ella a la que le confío esta última manifestación de inocencia, es a ella a la que pido disculpas y una segunda, quizás tercera, oportunidad de tener la entera satisfacción de estar y sentirme vivo.
Algo queda, poco queda, nada queda. Tan sólo los pedacitos que dejo.
Y ahora que me voy nuevamente les doy un fragmento del talento que tenía para hacer cosas bellas, un corto, quizás último poema...
Las rosas son rojas
Las viole(n)tas azules
Nada queda, nada queda
Solo los llorosos ojos de mis luces,
Y aunque la vida ya no baile
Y en estos versos nada quepa
Buscaré en este último cuadrante
Los solitarios pasos de Ana Elena.
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