lunes, 17 de marzo de 2014

Fragmento de un artefacto

... Y así me levante para observar mi cuerpo desnudo, oler lo quemado por el intransigente sol a mediados del plenilunio, sentir el ese espectro de calor sofocante que sigue escapando de la tierra seca y se combina con las grises nubes de cáncer y malas intenciones que sobrevuelan nuestras cabezas. A mi alrededor todo seguía igual, viejo, descompuesto y destrozado, agradezco entonces por este colchón harapiento en el que me recuesto y las sábanas que, si antes blancas, ahora habían tomado un tono sepia un tanto repulsivo, pero me sentía afortunado. Podría sonar infantil pero en verdad culpo al colchón y las sábanas de esas imágenes que me llegan en la noche, esas vidas que no son la mía pero en las que estoy incluido, esos recuerdos ajenos y rostros inolvidables que pareciese ya olvidé, han de tener un nombre como nosotros, y una historia también. Es seguro, lo sé porque yo los conozco, yo los vivo en las noches y sin embargo ni ellos se parecen a mí ni sus mundos se parecen a mi mundo. Han de ser afortunados pues parecen disfrutar más que yo, por ejemplo recuerdo esta imagen de un joven muy enclenque sentado a la orilla de lo que papá me contó que se llama muelle, era de noche y se podían ver las estrellas, se veían cientos y cientos de ellas como si hubiese una estrella por cada piedra en la calle, y como si el cielo fuese un espectáculo, la protagonista sin duda era esa luna redonda y brillante que parecía ser tan palpable, a un lado de el se escuchaban gritos de alegría y se podían ver luces y gente brincando por todos lados, unos brincaban tomados de las manos, algunos en parejas y otros en grupos más grandes, estaban los que brincaban solos y también los que brincaban con una gigantesca botella mientras tomaban de ella. Todo era curioso y raro ante mis ojos pero parecían ser tan felices, sin embargo lo más impactante es algo que me resulta complicado explicar pues en estas imágenes que me llegan cuando duermo nunca se ve nada en realidad, ni se huele nada o saborea, pero sobretodo, no se escucha nada, y es que de ahí proviene la sensación más rara pues había cierto sonido constante y muy presente, un sonido muy tranquilizante y que te daba la sensación de elevarse, creaba tal euforia y parecía estar muy convenientemente sincronizado con los brincos de todos, era como si ese sonido dijera que a la cuenta de cada tres todos iban a dar un brinco y, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo, a la cuenta de tres todos brincaban. Es sin duda uno de mis recuerdos favoritos e irónicamente es un recuerdo que jamás viví.
A pesar de esto, esa noche me sentía tranquilo y aunque mi sueño se vio interrumpido por alguna razón, no me sentí irritado en lo absoluto sino por el contrario, me levante del desgarrado colchón maquina de vidas, me asomé por la pequeña franja de luz que entra por mi ventana y vi el cielo, se podía ver una estrella entre todo el gris y me entró una incontrolable necesidad por meterme en mi ropa y salir de la guarida a caminar un poco, a fin de cuentas ni un alma se ve por las noches, ni una voz se escucha y ni un cuerpo caminará a mi lado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario