Soy un hijo de las ciudades
frías y secas, y antes que cualquier sonido estaba el de una guitarra
desafinada y mal ecualizada que no significaba nada más para mí que drogas,
violencia y sexo, por esto es a veces difícil respirar cuando camino entre el
denso humo de la ciudad a medio día en cualquier momento de cualquier invierno
con una estética gris. Suena mal, sin embargo no me quejo, gracias a ello las
calles se ven más vivas pues cada vez las veo más cerca de una muerte conceptual
en la cual yo también me voy, la música si bien ya no carga significado sí es
algún tipo de placebo que me ayuda a soportar las maravillas de respirar más
carbono que ozono, mis amigos son simples extensiones de mí mismo en donde
deposito partes mías divididas por secciones aunque siempre me guardo las
mejores partes para mí, la familia es opcional, las mujeres son tan sólo
objetos de placer así como sé que nosotros los hombres lo somos para ellas.
Todos estamos de acuerdo en tratarnos de la peor manera posible y funciona, al
menos no mentimos, al menos sabemos que nuestro resentimiento es tal que
llegamos a considerar a la vida un chiste tan malo que nos hace reír. Esperamos
tan poco de nosotros mismos que nos llenamos de orgullo cuando tomamos la decisión
de no tomar porque nos toca manejar de regreso, detestamos tanto el momento de
despertar que fuimos aprendiendo poco a poco a apreciar cosas más simples y
vulgares como una cama cálida o un plato de cereal en la mañana. Es tan simple
para nosotros decir adiós que a veces parece que nunca conocemos a nadie
realmente y las despedidas es equivalente al momento en el que una fiesta buena
se acaba, ligeramente triste pero absolutamente soportable, insignificante.
Todo eso, supongo, está bien, y si no está bien no importa porque así es
nuestra realidad, sin embargo algo sigue molestándome, como un grito de auxilio
bajo la lengua o una aguja entrando lenta y eternamente a la oreja, aguja que
nunca toca la piel y sólo nos deja con nuestro cuerpo tratando de soportar un
dolor que nunca llega, y es quizás esto lo que sigue pareciendo incorrecto,
vivir esperando la tragedia, procurar un constante estado de nostalgia para no
ser lastimado nunca, dormir en un cuarto frío, mintiéndonos diciendo que es
para que al salir del frío llegaremos a un lugar cálido y todo será mejor,
eventualmente todo será mejor ¿No? Sin embargo nunca dejamos el cuarto, todo lo
contrario, cada vez nos vamos haciendo más pequeños en la esquina más alejada
de la puerta y lo único que nos conecta con el mundo exterior es una pantalla
ofreciendo una representación parcial y definitivamente errónea del mismo.
Solos, estamos tan solos, y si bien antes no me molestaba pasar largos ratos
conmigo mismo, ahora considero que, si bien la soledad es intrínseca a la
existencia, no está bien para un hombre sentirse tan solo cuando hay tantas
almas muriendo poco a poco y tratando de frenar el proceso respirando más
lento.
Seguramente por esta razón me
harte de las rimas y los poemas bonitos, hablar de niñas lindas, de sexo y de
lo mucho que pretendía que no me
importa, sin embargo ahora sí lo juro, no me importa y a cada bocanada de aire
me importa un poco menos, siento mis manos desollarse lentamente desde el
pellejo que sale por las uñas hasta la muñeca y me gusta, me gusta la forma en
que se van tornando grises conforme dejo más tiempo mis dedos sumergidos en una
cubeta de agua con hielos tan sólo para buscar una botella en el fondo de la
hielera en la fiesta buena que está por acabar, quien sabe, quizás si estos lo
suficientemente ebrio el chiste comenzará a parecerme bueno, sin embargo aún
considero que no está bien para un hombre sentirse tan solo cuando hay tantas
almas muriendo, pero también acepto que no está bien para un hombre sentir tan
sólo cuando hay tantas almas muriendo, poco a poco, frenando despacio, entre
risas y llantos, saludándome esperando a que conmigo las cosas cambien pero no
cambia nada, entonces como en cada mañana, despertamos, respiramos y en vano
nos levantamos.
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